La conmovedora historia del enfermero tucumano que adoptó un bebé abandonado

Ignacio Hernández

Santino nació en 2017, en el hospital del Este Eva Perón de Tucumán y horas después fue abandonado. Su diagnóstico no daba muchas esperanzas: tenía problemas genéticos, deficiencia respiratoria y una patología uronefrológica.

En la sala de neonatología comenzó a cambiar su historia. Matías Devicenzi, enfermero de ese sector, conoció la historia del bebé pero poco después se fue de licencia. A su regreso preguntó por el bebé y se enteró de que el pequeño seguía sin ser adoptado y que su estado de salud había empeorado.

“Fui enseguida a verlo. Recuerdo que estaba en coma, con asistencia mecánica respiratoria. Soy de hablarle mucho a los bebés. Así que lo encaré y le dije, sin pensarlo dos veces: ‘che negro, si me abrís los ojos te llevo a casa'”, contó emocionado a La Gaceta de Tucumán.

“Todos me decían que estaba loco. ¡Cómo me iba a meter en esto solo! Además, me insistían que yo era varón y soltero, y que por lo tanto ningún juez me iba a dar la adopción”, recuerda.

Primero fue a anotarse al registro de adopción y luego se sometió a todas las entrevistas sociales. Santino, que estaba por cumplir los cinco meses, no presentaba mejorías y tuvo que ser operado de la vejiga. “En ese momento, asumí que era su papá aun sin serlo. Le dije: ‘Hijo aquí estoy, vas a estar bien y vamos a ser muy felices juntos'”.

Después de la ureterectomía, Santino fue llevado a la Sala Cuna. Y durante dos meses Matías no lo pudo ver. Hasta que salió la guarda legal, justo el día de su cumpleaños número 30. Cuando por fin logró llevarlo con él a su casa, el bebé tenía siete meses y un retraso madurativo de cinco. No se sentaba ni gateaba, ni mucho menos podía balbucear.

Santino vive desde entonces rodeado de abuelos y tíos. Poco tiempo después de haber sido adoptado, alcanzó la madurez correspondiente a su edad.

Pero su complicada historia no termina ahí, ya que tuvo dos cirugías más: una, en la que debieron extraerle un riñón para normalizar el funcionamiento urinario y otra para operarle las manos y los pies, ya que había nacido con seis dedos y eso le estaba complicando la estabilidad para caminar y para manipular objetos.

Hoy Santino está recuperado, cumplió dos años el 20 de febrero y una de sus primeras palabras fue “papá”. “Es todo lo que no imaginé nunca. Hubo una conexión desde el primer día que nos conocimos. Cuando me preguntan por qué lo adopté, la respuesta es simple: él me eligió a mí”, expresa el enfermero.

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