Un cura dejó los hábitos por amor y espera a su novia en el sur argentino

Gastón

Un cura conoció el amor y dejó los hábitos tras 30 años siendo sacerdote. Se mudó al sur argentino para construir su casa mientras espera que su pareja se jubile como docente.

Gabriel Landesa se enamoró a sus 58 años. Oriundo de Necochea, donde vivió hasta su adolescencia. Estudió economía en Mar del Plata hasta que decidió dejar la carrera para ser cura: “Hasta poco antes de terminar el secundario yo no era creyente, era un ateo. Allí hice un retiro espiritual, tomé la comunión y nació algo dentro de mí y comencé una vida llena de fe”, contó.

Sus primeros pasos como cura fueron en distintos pueblos bonaerenses. Luego, fue presidente de su congregación viviendo en San Miguel y en Moreno, y retomó la misión como párroco en Venado Tuerto, en la provincia de Santa Fe. Allí, conoció a Mariela, docente hace 30 años en una escuela especial como fonoaudióloga. Un amor secreto hacia ella que duró cerca de un año.

La historia del cura que dejó los hábitos por amor

Landesa se enamoró de Mariela, una mujer que trabajaba en el Centro de Día para personas con adicciones, que él mismo había inaugurado: “El tema daba vueltas en la cabeza y en el corazón, me pasaba horas rezando, buscando luz y hablando con mis superiores para que me ayudaran, también lo traté con mi psicóloga”, manifestó Landesa, y agregó: “Lo que sentía jamás me imagine que me podía ocurrir y siempre creí que ese sentimiento en algún momento se me iba a pasar”.

Después de muchas horas de rezos y charlas, decidió hablar con Mariela. Ella le agradeció la sinceridad, pero le explicó que los sentimientos no eran los mismos. Sin embargo, un mes después, Mariela lo llamó para contarle que tras la charla comenzó a tener sentimientos hacia “el ser humano y no hacia el cura”.

Meses después, le comunicó a sus superiores que iba a dejar de ser el cura párroco para emprender su camino junto a Mariela. Y en 2020 en plena pandemia abandonó los hábitos y se radicó en Lago Puelo donde espera a su pareja que continúa en Venado Tuerto, aguadando la jubilación.

Gabriel cargó sus pertenencias, su ropa en un bolso, una netbook y la guitarra con destino a El Bolsón, donde tiene familiares. Ahora pinta casa, limpia patios, tiene su propia máquina para cortar el césped, toma los estados de los medidores de la empresa prestadora del servicio de gas, desmaleza predios, limpia alambrados perimetrales y da charlas virtuales psicológicas y espirituales, a modo de acompañamiento terapéutico, mientras aguarda la llegada de su amada, Mariela.

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