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Tandil avanza al futuro, pero sus calles lo arrastran al pasado

Tandil vive una explosión de crecimiento: cada mes asoman nuevos edificios de oficinas, torres residenciales y proyectos que antes parecían lejanos. La ciudad suma pronto un shopping de última generación, paseos comerciales al aire libre y cadenas de comida rápida internacionales. Sin embargo, quienes circulan por el centro y gran parte de la ciudad se enfrentan a diario a un pavimento urbano devastado —tanto empedrado como asfalto— repleto de grietas, hundimientos, baches y adoquines sueltos, que convierte en un calvario el tránsito en auto, moto o bicicleta, dificulta empujar un cochecito de bebé y resulta totalmente inaccesible para personas con discapacidad.

Un horizonte que se redefine a diario

En los últimos tres años, Tandil dejó atrás su perfil de ciudad media para proyectarse como un polo de negocios y turismo en la región. Nuevas torres de oficinas comparten barrio con coquetas viviendas estilo loft, mientras que varios terrenos baldíos se transforman en modernos emprendimientos inmobiliarios. El anuncio de un gran centro comercial promete atraer a visitantes de toda la provincia y reforzar la oferta gastronómica y de entretenimiento. A su vez, la llegada de marcas nacionales e internacionales reflejan confianza en el potencial de Tandil.

Sin embargo, este impulso se topa con una realidad cruda en el pavimento: tanto el empedrado como el asfalto lucen agrietados, hundidos y llenos de baches, con adoquines sueltos que dificultan el tránsito en auto, moto o bicicleta, complican el paso de cochecitos de bebé y hacen prácticamente inaccesible la ciudad para las personas con discapacidad. Este abandono estructural choca frontalmente con la imagen de progreso y deja en evidencia la urgente necesidad de un plan de renovación vial que acompañe la modernización de Tandil.

Calles que quedaron ancladas en el pasado

Mientras el skyline se renueva, las vías de circulación se resienten:

  • Calles desparejas que forman “serrucho” y hacen saltar amortiguadores.
  • Grietas profundas que acumulan agua y agravan el deterioro con cada lluvia.
  • Adoquines sueltos y hundidos que provocan pinchazos, desalineaciones y reparaciones frecuentes.

Además, en días de lluvia o con heladas, el empedrado se torna extremadamente resbaladizo para motos y bicicletas, transformando cada tramo en una trampa: derrapes inesperados, caídas y lesiones graves son el riesgo cotidiano al que se exponen quienes eligen dos ruedas para moverse por el centro.

La falta de un programa de mantenimiento eficiente queda al descubierto: los reclamos al municipio caen en saco roto y las cuadrillas de bacheo rara vez se ven en acción.

Vecinos y turistas exigen soluciones

Se me rompió la suspensión y tren delantero dos veces en el año, cuenta María Laura, vecina y comerciante de la peatonal. Para muchos conductores, mantener amortiguadores, rótulas y alineación ya es un gasto fijo. Los talleres locales explotan: varios días de espera y cada reparación golpea fuerte el bolsillo. Nadie entiende por qué persiste algo que todos consideran un dolor de cabeza.

Para todos los que circulan por Tandil, el adoquinado dejó de ser una atracción histórica y se convirtió en un obstáculo constante: peatones, ciclistas, conductores de autos y motos, taxistas e incluso el personal de emergencia sufren sus efectos. “La ambulancia rebota tanto que temo por la seguridad de los pacientes”, admite un chofer del SAME. Los taxistas se quejan del traqueteo permanente y los turistas publican en redes: “Tandil es hermosa, lástima sus calles”.

Tandil tiene todo para mirar al futuro, pero sus calles lo arrastran al pasado. Hasta que las autoridades dispongan de un plan serio de renovación, el progreso marcha a dos velocidades: edificios modernos y atractivos paseos de un lado, adoquines y calles destrozadas del otro.

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