Mar del Plata amaneció este jueves convertida en una ciudad desierta, sin clases, con actividad comercial reducida, sin gas y con temperaturas extremas que rozaron los diez grados bajo cero de sensación térmica.
La crisis energética que afecta a la ciudad balnearia alcanzó un punto crítico en las últimas horas. El miércoles 2 de julio se registraron temperaturas mínimas históricas, lo que llevó a un aumento exponencial del consumo de gas. Frente a la imposibilidad de sostener la presión en la red, se procedió a cortar el suministro en vastas zonas residenciales, comerciales e industriales de Mar del Plata.
Ante este escenario, el intendente del partido de General Pueyrredon, Guillermo Montenegro, resolvió implementar una serie de medidas excepcionales para intentar contener las consecuencias: suspensión total de clases en todos los niveles educativos, cierre obligatorio de bares, restaurantes y shoppings, clausura de gimnasios y paralización de estaciones de GNC y grandes consumidores industriales, incluido el Parque Industrial local.
Una ciudad sin energía, ni gente
La postal de este jueves a primera hora era impactante: calles vacías, persianas bajas, edificios públicos cerrados, y una sensación de angustia generalizada.
El frío fue extremo: 4 grados bajo cero en la periferia y hasta -2° en el centro de la ciudad. Sin gas en hogares y comercios, miles de marplatenses recurrieron a artefactos eléctricos para calefaccionarse o bañarse con agua caliente. El resultado: cortes de luz en diversos barrios debido al pico de consumo eléctrico.
Las comparaciones con el escenario pandémico no tardaron en aparecer. Las postales de avenidas desiertas, la actividad judicial interrumpida y una población encerrada por causas de fuerza mayor, revivieron los fantasmas de 2020, aunque ahora la emergencia no es sanitaria, sino energética.
Una solución que no llega
La gravedad de la situación radica en que el restablecimiento del servicio no es inmediato. Técnicamente, tras un corte por baja presión, el gas debe reconectarse de forma manual vivienda por vivienda, lo cual implica un despliegue logístico enorme y requiere personal técnico especializado. El problema es que ese recurso humano es escaso y el proceso llevará varios días.
Mientras tanto, la ciudad espera. La emergencia energética deja al desnudo una realidad que se venía advirtiendo: sin inversiones sostenidas en infraestructura, las consecuencias del invierno se convierten en una amenaza real para el funcionamiento de una ciudad entera.
Mar del Plata, símbolo del turismo y la vitalidad bonaerense, hoy es el rostro visible de una crisis estructural que pone en jaque a miles de familias, comercios e industrias. Y el pronóstico, además, anticipa lluvias para los próximos días. El panorama es incierto, y la respuesta estatal, por ahora, insuficiente.