Hace 35 años, Villa Epecuén era arrasado por el agua convirtiendo en ruinas un próspero pueblo turístico

Francisco Díaz

Un día como hoy del año 1985, la localidad de Villa Epecuén, perteneciente al partido de Adolfo Alsina, quedó sumergida bajo el agua del lago homónimo., cuando una sudestada terminó de romper la ya débil resistencia que ofrecía el inmenso terraplén de contención y las aguas comenzaron a avanzar sobre el casco urbano de la misma.

Era el comienzo del fin. En las horas siguientes comenzaría el éxodo de los 1.500 pobladores desde el balneario hacia Carhué, la ciudad cabecera del distrito ubicado en el suroeste de la provincia de Buenos Aires, escapando a la tragedia inminente.

El Municipio de Adolfo Alsina tuvo que disponer por decreto que nadie debía quedar en la localidad. A muchos hubo que obligarlos a irse cuando el agua ya tenía una altura considerable: todavía confiaban en la seguridad que podía darles el inmenso talud de piedra vencido.

La gente rescataba como podía sus pertenencias. Había filas de vehículos que iban y venían desde y hacia el balneario; mientras el agua lo permitió, corría un tren entre ambas poblaciones para sacar todas las pertenencias de la gente. Fuerzas vivas, instituciones, vecinos, todos veían que la inundación era inminente e inevitable y trataban de salvar todo lo que se podía, fuera propio o ajeno.

La desesperación por no dejar su hogar se mezclaba con la necesidad de llevarse todo, y cuanto antes. Cuando la laguna ya había tomado las calles, viviendas, hoteles y comercios, algunas personas se aventuraban en botes para seguir sacando cosas, rompiendo paredes y techos para ingresar. Semanas después, con el agua subiendo en forma descontrolada, muchas edificaciones ya se encontraban deterioradas, porque habían sido rotas a mazazos.

“Es un recuerdo muy triste para mí, como lo es para toda la comunidad -recuerda el hoy senador provincial David Hirtz-. Sobre todo para aquellos que venían de generaciones de ser comerciantes, hoteleros, gastronómicos, que tenían un futuro armado y que, de la noche a la mañana, pasaron a ser indigentes, durmiendo en escuelas o en un gimnasio”.

Desde hacía años, la gente de Carhué y Epecuén veía como los gobiernos militares elevaban los terraplenes y acumulaban agua en la parte alta de la cuenca de las Encadenadas del Oeste. Sabía que todo ese líquido, tarde o temprano, iba a terminar en la última laguna del sistema.

La villa había nacido en 1921 a orillas del lago Epecuén, famoso por las propiedades medicinales de sus aguas, cuyas condiciones se asemejan (por el nivel de hipersalinidad) a las del Mar Muerto. Durante décadas, ese fue el principal atractivo para los miles de turistas que visitaban la zona durante el verano.

Con el paso de los años y la realización de obras para impedir que ingresaran caudales externos a la laguna, el agua se retiró y dejó al descubierto las ruinas de los hoteles, los comercios, las viviendas y las industrias que habían funcionado en el lugar.

Y si bien desde hace un tiempo puede recorrerse, Villa Epecuén permanece deshabitada, con una sola excepción: Pablo Novak, el único habitante que se negó a dejar su hogar tras la crecida. Hoy, con 90 años, sigue instalado en una casa en la entrada del pueblo, y camina por sus restos todos los días.

Abel Pintos lo eligió como locación para el video de Cien años, la canción principal de la novela Argentina, tierra de amor y venganza. En las imágenes se lo puede ver entre los restos de las construcciones de la ciudad, el agua y los árboles muertos.

Si bien actualmente no es posible viajar debido al aislamiento obligatorio impuesto en el país para frenar el avance del coronavirus, hay que saber que, para visitar Villa Epecuén cuando todo pase, hay que dirigirse a Carhué, la localidad más cercana, a unos ocho kilómetros de distancia. Existen circuitos turísticos para conocer sus ruinas, sus playas y sus edificios emblemáticos, además de paseos nocturnos.

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