Federico Roiter tiene 30 años y se encuentra internado atravesando una neumonía, producto del coronavirus que se contagió de su novia, hematóloga. Escribió un texto que todos deberían leer. En especial aquellos que dicen que “no pasa nada”.
Mientras permanece aislado y recuperándose en el Hospital Austral, donde ejerce su profesión, escribió la siguiente carta para concientizar a los más jóvenes:
“Mi nombre es Federico Roiter, tengo 30 años, soy médico clínico formado en el Hospital Universitario Austral donde también estoy actualmente internado por neumonía por COVID-19.Tengo la intención de compartir 3 ideas que me surgieron en estas primeras 48 hs de internación. La primera tiene que ver exclusivamente con mi sintomatología y forma de presentación.
Mi novia, residente de Hematología, se contagió COVID-19 hace aproximadamente 18 días pero se encontraba prácticamente asintomática en nuestro departamento. Hace pocos días comencé asentir dolores musculares muy fuertes y generalizados (que llamamos mialgias), dolores articulares (artralgias), cefalea y febrícula de 37.5 grados. Al día siguiente vine al Hospital Austral a realizarme el hisopado pero durante mi evaluación, al constatar que como síntoma también presentaba dolor de pecho me hicieron una radiografía, y luego una tomografía detórax donde se vio la neumonía.
Mi hisopado dio positivo y por lo tanto se confirmó neumonía por coronavirus. Este es uno de los puntos que quiero resaltar ya que muchos amigos me preguntaron. El espectro de presentación clínica del COVID-19, como la inmensa mayoría de los virus respiratorios, va desde una simple rinitis, faringitis o una bronquitis leve (inflamación de los bronquios que da tos) hasta una neumonía bilateral. La neumonía, consiste de la ocupación delos alvéolos que son la unidad terminal respiratoria, por pus como mecanismo de defensa del cuerpo contra el patógeno que en este caso es el virus.
En cierta forma, no tan alegre, yo entro en ese pequeño porcentaje que además de infectarse por COVID-19 desarrolla una presentación más grave como la neumonía y requiere internación. Por suerte, no requiero oxígeno y mis parámetros clínicos y de laboratorio denotan una evolución favorable.El segundo punto de mi reflexión radica en un aspecto fundamental de la internación no tan visible en los medios: el aislamiento. En las últimas semanas la palabra “aislamiento” ha estado ligada al tratamiento, a la forma de prevenir la diseminación (con lo que estoy absolutamente de acuerdo) pero también hay un aislamiento de los enfermos, que si bien es beneficioso, no deja de ser un hecho duro y triste en la evolución de la enfermedad.
En mi caso personal, mi propio aislamiento no me genera angustia, aunque sí veo una nueva forma de vincularse entre el enfermo y el sistema de salud. Con absoluta lógica, los controles médicos son mínimos, el contacto con enfermería es mucho menor, y no se permiten visitas. Tenemos un teléfono dentro de la habitación desde el que las enfermeras y los médicos nos llaman para ver si hubo algún cambio en nuestra sintomatología, para así reducir la exposición y el contagio.
La parte que sí me duele es la de mi familia. Tengo 30 años, soy hijo único, nieto único, y escuchar a mi abuela de 86 años que le tiemble la voz cuando me pregunta cómo estoy, no es una experiencia de lo más agradable.Lo que transmito con esto, es que tengamos absoluto respeto por esta enfermedad. Esta enfermedad que no tiene límites de edad, sexo, religión ni clase social. El respeto no implica miedo pero sí compromiso y hacer bien las cosas. La participación activa de los ciudadanos, la unión y cooperación, el respeto por la cuarentena, disminuir al mínimo la necesidad de deambulación, son todas medidas que implican respeto y nos protegerán.
No en vano dije la palabra unión. Al comenzar el problema en Argentina todos vimos un líder surgir, alguien que independientemente del partido político que tengamos, nos transmitió confianza, deber, compromiso y que mostró tener las riendas del problema. Claro que me refiero al Presidente de la Nación, con quien estoy de acuerdo en todas las medidas que tomó. Además, en las últimas semanas hemos visto una inmensidad de profesionales ingenieros y técnicos ponerse a disposición de la Salud para elaborar máscaras de protección mediante impresoras 3D, empresas nacionales fabricar a contrarreloj respiradores, personal de salud poniéndose a disposición de hospitales y a una gran cantidad de empresarios y particulares realizar donaciones de insumos como barbijos, guantes y camisolines.
Creo que la unión de los argentinos es la mejor herramienta para combatir esta pandemia. Esto es una, guerra, como dijo el Presidente, contra un enemigo invisible. Y necesitamos a todos. Finalmente, mis últimas palabras van destinadas a todos los que conforman el equipo de salud:enfermeros, médicos, farmacéuticos, personal de seguridad y limpieza. Toda la primera línea de batalla que con una sonrisa se levanta todos los días y viene a hacer frente a la pandemia.
Vi en todas las redes sociales comentarios de colegas argumentando que “con los aplausos no hacemos nada”, “nuestro sueldo y condiciones laborales siguen siendo las mismas”, pero les pido que mantengamos la esperanza de que el primero de los pasos a dar es visualizar el esfuerzo. El segundo, valorarlo. Con una sociedad que ve y valora el esfuerzo del sistema de salud, es lógico esperar que una vez superada la pandemia, se promuevan las reformas necesarias para mejorar las condiciones laborales.En estos días leía una biografía de Winston Churchill, quien decía “los honores tendrían que estar donde se encuentra la muerte y el peligro”.
¡Un fuerte abrazo para todos!
Federico Roiter
Médico Clínico
MN 148.616 / MP 550.304