Este jueves 12 de junio, se cumplen 53 años del asesinato de Carmen Beatriz López, una joven estudiante de Lezama cuyo crimen, pese al paso del tiempo, permanece impune y sin esclarecer. La falta de avances judiciales no solo sigue marcando a su familia, sino que constituye una deuda con toda la comunidad lezamense, que jamás olvidó aquella tragedia.
El comienzo del horror
En 1972, Carmen cursaba estudios nocturnos en la entonces Escuela Profesional, que funcionaba en el edificio donde hoy se encuentra la EP N.º 1. La joven, que vivía del lado Este de la ruta 2 y las vías del tren, desapareció el viernes 7 de junio, luego de haber asistido a clases.
Sus amigas aseguraron haberla acompañado hasta la estación del ferrocarril, desde donde planeaba regresar a su casa. Pero Carmen nunca volvió.
Un hallazgo escalofriante
Tras varios días de búsqueda desesperada, un niño que había ido a pescar ranas encontró un cuerpo en un pozo oculto dentro del predio ferroviario. Muy pocos sabían que ese pozo existía.
Allí yacía Carmen. Su cuerpo mostraba signos de haber sido asesinada, y los peritajes indicaron que había sido sometida a un procedimiento médico inusual para la época, posiblemente con la intención de dificultar la determinación de la fecha exacta de su muerte.
Repercusión nacional, respuestas ausentes
El caso, conocido por la prensa como “el crimen de Lezama”, conmocionó al país. Distintos medios nacionales llegaron a la localidad para cubrir los hechos. Incluso hubo detenidos, pero al no hallarse pruebas concluyentes, todos fueron liberados.
A lo largo de las décadas, se formularon diversas hipótesis y teorías. Pero nunca se identificó al o a los asesinos. Ni hubo justicia.
Una deuda que sigue abierta
Hoy, más de medio siglo después, la causa se ha convertido en un símbolo del olvido judicial. La familia de Carmen —y toda la sociedad de Lezama— siguen esperando respuestas a sabiendas de que quizás no lleguen nunca, pero con la esperanza puesta en que el Juez Supremo aplique la condena que la justicia de los hombres no supo, no quiso o no pudo dar.
Aquel oscuro pozo donde su cuerpo fue hallado sigue siendo una herida abierta. Una herida que interpela a la justicia, al Estado y a la sociedad. Porque la impunidad duele tanto como el crimen, y porque mientras no haya justicia, la historia de Carmen seguirá siendo una tragedia inconclusa.
Carmen tenía sueños, tenía futuro. Hoy, su memoria nos recuerda que no hay olvido posible cuando el reclamo es justicia.