Dejó La Matanza y se fue a Suecia: “No está mal lavar copas cuando te pagan 15 euros la hora y estás en blanco”

Gastón

Hace un año, Antonella Agliolo de 25 años, dejó Ciudad Evita (La Matanza) y comenzó su viaje a Europa en busca de nuevos horizontes tras un primer viaje por el Sudeste Asiático.

“Quería un cambio porque me sentía estancada en mi vida profesional y personal, por eso decidí emigrar”, afirma la joven que en Argentina se desempeñaba como cosmetóloga y mesoterapeuta, actividades en las que le iba “muy bien”.

“No me importaba trabajar de lo que sea con tal de irme del país”, declaró Antonella, que en su estadía en el Viejo Continente vivió en una granja, recolectó frutillas, cocinó en un restaurante e hizo tareas de limpieza, consiguió una pasantía en una radio cultural gracias a su año y medio de estudios en periodismo y trabajó de mesera: “La gente tiene el prejuicio y dice “Van a lavar copas a Europa”. No está mal lavar copas cuando te pagan 15 euros por hora y estás en blanco. Lo disfrutas un montón”, asegura.

Tras un año de estadía en países como Dinamarca, Irlanda y Suecia, explica que siente no poder volver a instalarse en nuestro país. “No volvería a vivir en la Argentina, sólo iría de visita. A fin de año planeo ir a visitar a mi familia y amigos, comer muchos asados, ir a la cancha (es hincha de Boca) y llenarme las valijas de alfajores, ja”, expresó la joven bonaerense, que aún aguarda que le otorguen la ciudadanía italiana y así evitar el pedido de nuevas visas de trabajo.

La historia de cómo dejó Ciudad Evita y se fue a Europa

En julio de 2019 realizó un viaje de cuatro meses por el Sudeste Asiático. Recorrió Malasia, Indonesia, Singapur y Camboya; lo que le sirvió de prueba piloto antes de planificar su viaje a Europa.

Sólo tres meses le bastaron para organizar todo su itinerario. El 3 de marzo, unos días antes de que se decretara la pandemia en nuestro país, dejó su hogar en Ciudad Evita y emprendió su viaje a Barcelona, sitio que le serviría de escala hacia su viaje a Dinamarca.

La situación del Covid-19 a nivel mundial, complicaron sus planes. Tuvo que permanecer un mayor tiempo en Dinamarca del esperado. El 10 de marzo llegó a la capital Copenhague sin visa de trabajo porque la iba a aplicar allá. Sin embargo, al día siguiente declararon la pandemia en aquel país, lo que provocó el cierre de toda dependencia que no fuera esencial. “No sabía qué hacer. Dinamarca es muy caro para vivir, y sin visa de trabajo era muy difícil”, expresó.

Sin embargo, gracias al “Work Away”, un intercambio de trabajo por casa y comida, pudo subsistir. “Me fui a una granja a 50 km de Copenhague, donde me dieron casa y comida a cambio de trabajo durante un mes. Al mes siguiente trabajé hice lo mismo en una casa de campo de una mujer, a quien ayudaba con las tareas del jardín, arreglos y trabajos de pintura. Hice un par de limpiezas en casas particulares. Pasé un mes recogiendo frutillas en un campo en plena temporada. No tuve noticas de la visa por meses, hasta que en junio decidieron suspenderlas. Me puse a buscar otras alternativas y vi que estaban disponibles en Suecia”, explicó.

El 4 de junio aplicó para obtener la visa de trabajo en Suecia, que tardaba entre 3 y 6 meses. Mientras aguardaba la visa sueca, debía subsistir en Dinamarca: “Por la pandemia decidieron extender la visa de turista más allá de los 3 meses. Conseguí empleo de camarera en un restaurante durante la temporada de verano, lo que me permitió ahorrar el 90% de mi sueldo, ya que comía y vivía en el local con mis jefes en una isla al sur de Dinamarca”, explica.

Al terminarse los permisos de extensión en Dinamarca, decidió irse de vacaciones con una amiga a Chipre. Luego partió a Dublin (Irlanda) donde trabajó tres meses como mesera, cajera y ayudó en la cocina de un restaurante, perteneciente a la ex pareja de su jefe en el país nórdico.

Con la visa sueca aprobada el 6 de noviembre pasado partió con destino a Suecia, dónde ahora vive con su novio Nicolás Bruno, un joven cordobés al que conoció en un grupo de WhatsApp para viajeros.

Al llegar consiguió la pasantía en un radio cultural. “Me pareció divertido”, exclama. Sin embargo, consiguió trabajo en una empresa de delivery en la que está contenta porque maneja sus horarios: “Estoy muy contenta porque manejo mis propios horarios. No tengo días fijos, elijo los turnos y trabajo cuando quiero. El sueldo es muy bueno. Me alcanza para vivir bien, puedo ahorrar y darme gustos”

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