20 aƱos sin Rodrigo, el embajador del cuarteto con fama de rockstar

Francisco DĆ­az

Fue difícil salir de la conmoción. La mañana del 24 de junio del año 2000, la Argentina se levantaba con una noticia de esas que no se creen: en la autopista Buenos Aires – La Plata, a la altura de la ciudad de Berazategui, se había matado el “Potro” Rodrigo. La máxima estrella se vio cara a cara con la muerte de la forma más trágica, en el pavimiento, al igual que Gilda cuatro años antes.

El cuartetero cordobés, que transitaba el esplendor de su carrera, siguió al pie de la letra la máxima que le pide a los ídolos vivir rápido y morir jóvenes. Y se fue, exactamente, a los 27 años, al igual que Kurt Cobain, Amy Winehouse, Janis Joplin, Jimi Hendrix y tantos más…

Cronología del fin

La noche anterior, Rodrigo Bueno había participado de la grabación de “La Biblia y el calefón”, que presentaba Jorge Guinzburg en Canal 13. Después, rodeado por una comitiva que incluía a sus músicos, representante, su hijo Ramiro y la mamá del pequeño, cenaron en El Corralón, donde se encontró con el hijo de Alberto Olmedo, Fernando, a quien invitó para que lo acompañara a La Plata esa misma noche, donde también tenía un show. La noche recién empezaba.

La agitación continuó en el boliche “Escándalo”, en la capital bonaerense, donde actuó ante más de dos mil personas. El show quedó registrado en la tevé y el cantante alcanzó a hacer algunas declaraciones a medios platenses. Después del fervor, del alcohol y los aplausos, decidió volver a CABA en la misma noche, rechazando la invitación de Fernando Olmedo de descansar en La Plata. La vida al límite tenía que seguir.

Cuando su camionetas Ford Explorer SUV estaba a la altura de Berazategui, a eso de las 3.30 de la madrugada, rozó accidentalmente la Chevrolet Blazer del empresario Alfredo Pesquera, lo que provocó que Rodrigo perdiera el control del coche, se estrellara contra la barrera de contención y saliera despedido. Murió en el acto. Al igual que el hijo de Olmedo. El resto de los tripulantes, entre los que estaba su hijo y su ex esposa, Patricia Pacheco, sobrevivieron casi milagrosamente.

Conquistó todo

Aunque hacía varios años que venía batallando para conquistar al público porteño, fue recién poco antes de su muerte que el cuartetero comenzó a gozar del verdadero éxito, gracias al irresistible ritmo y las pegadizas melodías de sus canciones, y a su inconmensurable carisma, que acompañaba con una melena fogosa o rulos de colores.

No había en aquellos días una persona de cualquier edad y clase social que desconociera éxitos como “Lo mejor del amor”, “Soy cordobés”, “El amor sobre toda diferencia social”, “Y voló”, “Cómo olvidarla” y “La mano de Dios”, entre otros.

Pero nadie tampoco era indiferente al fenómeno Rodrigo, un verdadero torbellino que, en vez de mostrarse como un sumiso y agradecido artista del interior, tal como lo hacían varios de sus pares al actuar en Buenos Aires, eligió pasear su halo de estrella de rock, capaz de relacionarse como par con íconos populares como Charly García, Diego Maradona y Susana Giménez.

De esta manera, el artista comenzó a tejer su leyenda. Acaso “El Potro” logró convertirse en un verdadero embajador de la música cordobesa en territorio porteño; a diferencia del máximo referente del género, Carlos “La Mona” Jiménez, quien reina en su provincia y mantiene su identidad provincial intacta.

La mitología

Cuando un ídolo muere, nace el mito, se dice. Y con Rodrigo Bueno el aforismo se cumplió: hasta hoy en día, el lugar exacto del accidente es un santuario, al que peregrinan los fans para recordarlo y cantarle sus canciones.

Pero además de la mística que legó, empezaron a aparecer paralelismos: el primero tuvo que ver con su edad, que como dijimos lo hizo entrar al fatal “club de los 27”. Y después, la coincidencia de su muerte con la de Carlos Gardel, ocurrida el 24 de junio de 1935, también accidentalmente, en Medellín (Colombia).

La comparación es clara: el máximo ídolo popular argentino que, en el punto áureo de su carrera, encuentra su fin imprevistamente. En el caso de Gardel, en lugar de un error de movimiento en la ruta, fue durante el despegue, cuando en el carreteo se desvió y chocó con otro avión.

Las causas concretas (ya fuera un desperfecto técnico o un error humano de una y otra aeronave) nunca se aclararon. Gardel descansa en La Chacarita, y Rodrigo en el cementerio Las Praderas, en la ciudad bonaerense de 9 de abril. Ambos mármoles, tapados de recuerdos, regalos y flores, serán hoy donde se abracen colectivamente tangueros y cuarteteros.

Lo que nos dejó

La partida de Rodrigo solo aquilató su música. En vida había logrado expandir el cuarteto, un género que se conocía sobre todo en Córdoba, a todo el país. Fallecido, ganó dos premios Gardel y vendió 30 mil copias del disco “Todos juntos con Rodrigo”, editado por Sony, lo que le valió un Disco de Oro póstumo. En 2010, en el décimo aniversario de su muerte, la Cámara de Diputados de Buenos Aires lo declaró como personalidad destacada de la cultura popular en la provincia.

En 1999, había iniciado en la música a Walter Olmos, de quien sería máxima inspiración hasta el día de su muerte, mientras jugaba a la ruleta rusa, en 2002. La muerte de Rodrigo, y de Gilda antes, manda a reescribir todas las muertes trágicas que sobrevinieron en la cumbia después, desde Olmos a Leo Mattioli, fallecido prematuramente en 2011 por un paro cardiorrespiratorio.

Diecinueve años después, en la era del streaming y la biopic, tuvo su propia película, “El Potro”, protagonizada por un desconocido actor, Rodrigo Romero, y una inefable Jimena Barón en el papel de Marixa Balli. Fue un éxito, al igual que la anterior película de la directora Lorena Muñoz, sobre la vida de Gilda… ¿vendrán otras más?

Pero más allá de todo, probablemente el legado de Rodrigo se mida en dos personas muy cercanas: por una parte Ulises Bueno, su hermano menor, quien vivió el backstage del fulgurante éxito del Potro, pero retomó tardíamente la corona del rey del cuarteto. Hoy lo es, y nadie podría dudarlo.

Y por otra parte, su propio hijo Ramiro, que con 23 años, y justo en este 2020 tan incierto, se lanzó como cantante de rap bajo el seudónimo Ram. No juega en las mismas ligas que su familia, y quizás eso logre hacerlo despegar hacia otros horizontes y, sobre todo, evitar comparaciones.

Las palabras de un amigo

Daniel “La Tota” Santillán, animador de la movida tropical y amigo personal de Rodrigo Bueno, recordó al cuartetero cordobés como alguien que “siempre iba avanzado musicalmente”.

“Cuando escuchás un tema de Rodrigo hoy parece que lo grabó ayer porque era una persona avanzada con su música”, destacó Santillán en la radio de Télam.

Además, subrayó las cualidades humanas del “Potro”, quien “era una persona increíble que siempre tendía una mano al amigo e hizo cosas como ayudar al Hospital de Niños de Tucumán donándole prácticamente la mitad de un cachet de 50.000 pesos, que era mucho dinero, muchísimo dinero en ese momento”.

“Era una gran persona que queda en la retina de la gente y queda siempre su música”, aseguró.

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