DOLORES: Una joven se quejó porque no la dejaron votar con el pañuelo verde en el brazo

Francisco Díaz

Ana, una vecina de la ciudad de Dolores, narró a través de la Revista Sudestada que no le permitieron votar con el pañuelo verde colocado en su brazo.

Señaló que luego de una discusión con las autoridades militares y policiales, decidió quitárselo y guardarlo en una riñonera para ingresar al cuarto oscuro y sufragar.

Se quejó del trato que le dispensaron las autoridades encargadas de velar por la seguridad y la falta de colaboración de las autoridades de mesa.

La carta escrita por la joven dolorense, consigna lo siguiente:

“Tenía ganas de compartirles un episodio que me pasó el día domingo de las elecciones. Fui a votar a mi pueblo, Dolores, con el pañuelo verde en la mano. Al ingresar a la escuela, me pongo en la fila y un gendarme pasa y me dice que me saque el pañuelo, a lo que yo le respondo que no. Vuelve a pedírmelo, refiriendo que “estaba prohibido”. Y yo le vuelvo a decir que de ninguna manera, que estaba equivocado. Me dice que va a buscar a una policía para que me lo saque. La busca, se acercan los dos y me vuelven a pedir que me lo quite. Me sigo negando y les explico las razones de por qué estaba en todo mi derecho de llevarlo. Siguen insistiendo porque, según ellos, estaba contra la ley “según la constitución” dijo la policía.

A todo eso, empecé a gritar que no era legal lo que ellos estaban haciendo: los de la mesa que fiscalizan no me ayudaron, hubo comentarios del tipo “está prohibido, no se puede”. Otro dijo: “Sacatelo para entrar a votar”, “encima con ESE pañuelo querés entrar”, “La única que se jode sos vos” me dijo una de la mesa.

En ese momento, la policía me dice que si no acato las órdenes me llama un patrullero para ver “si puedo entender”.

Empiezo a gritar que no me estaban dejando ejercer mi derecho al voto por llevar el pañuelo. Se sigue acercando gente, pero muy pocos me acompañan y apoyan.

La policía llama pidiendo refuerzos delante mío. De la mesa me piden que pase y deje el pañuelo. Me acerco, sigo insistiendo en que tenía todo el derecho de dejármelo puesto. La fiscal de la mesa me dice que mejor me lo saque “para no armar más pleito”.

Con lágrimas en los ojos, de la bronca e impotencia que me había generado toda esa situación, lo retiro de la mano, lo pongo en la riñonera que tenía conmigo y entro. En el cuarto oscuro me lo vuelvo a poner en la mano y salgo. Efectivamente, había llegado un patrullero a la escuela y estaban dispuestos a llevarme a la comisaría, tal como me lo había advertido la policía.”

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